Históricamente,
he sido votante de izquierdas como ya confesé en los inicios de este blog en mi sinóptica
biografía, y más concretamente del Partido Socialista Obrero Español, entre
otras cosas porque en aquellos primeros años, entre mi juventud y el
convincente discurso de aquel hoy desconocido y desfigurado Felipe González llegué
a convencerme de la utilidad del voto que tan bien supieron venderme.
Con
los años, la desilusión ha ido calando en mi mente hasta el momento en que mi
voto tendió a migrar hacia posturas de verdad de izquierdas, hacia propuestas a
veces utópicas y a veces revolucionarias que realmente identificaban una
izquierda social, verdadera y por supuesto mucho mas útil para ese votante que
soy de una clase condenada a la mediocridad social, ni rico ni pobre sino todo lo
contrario. Un votante que lucha día tras día por sobrevivir, al menos
ideológicamente, en el caos arbitrario de poder que con tanta inquina se ha
manejado contra el pueblo
En
estos difíciles momentos en que tanta gente anda pagando los desaciertos y
abusos de los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE, cualquier alternativa a la
izquierda de estos me ha parecido siempre más valida que desperdiciar mi voto,
mi pequeñísima aportación a la participación ciudadana y al respeto por el
pueblo, que desgraciadamente durante tantos años no he visto asomar de forma
decidida por ninguno de los gobiernos que hemos sufrido.
Cierto
es que las épocas de gobiernos socialistas han sido mejores, desde un punto de
vista social, que las de gobiernos de la derecha, pero no lo suficiente, y más,
mucho más en momentos de emergencia social como las que andamos viviendo detrás
de esta falsa, abultada, y manejada crisis que solo sufrimos los que menos
tenemos mientras los otros se han enriquecido y han robado a manos llenas.
La corrupción ha
campado a sus anchas en los dos grandes partidos, y aunque bien es cierto que en el
Popular es endémica, no lo es
menos que el PSOE esta salpicado y diría yo que infectado de la misma
enfermedad.
Puntualmente,
tras cada elección, han jugado con nuestros votos, pactando posiciones y
concejalías donde el poder se mantuviera a raya entre los compinches políticos
que de cara al público muestran grandes discrepancias pero que de puertas a
dentro se reparten los sillones como cromos en el patio de algún antiguo
colegio.
Las
municipales y autonómicas por las que acabamos de pasar han pintado un panorama
político de colores distintos y ya no nos encontramos con composiciones bicolores
donde estos repartos de poder eran habituales para eternizarse en el control de
nuestros pueblos y ciudades y salvo excepciones ahora vemos arcoíris de
bastantes colores políticos que dibujan un panorama sorprendentemente distinto
a los anteriores.
¿Y
ahora, qué?
Ahora,
los que fueron dos grandes partidos se ven abocados a luchar, incluso
internamente para replantearse de nuevo quienes son y que quieren ser en
el futuro.
Seguramente
uno de los grandes problemas es la perdida evidente de identidad propia a la
que se enfrentan. Ni PP ni PSOE quieren perderla y una política de pactos podría
llevarlos por un camino poco deseado para sus dirigentes, tanto históricos como
de sus juventudes que ven en esos pactos una perdida evidente de identidad, de
que sus siglas se vean fagocitadas por los partidos emergentes que han
conseguido un más que apreciable éxito en esta cita electoral.
Mi
muy admirado Julio Anguita, al que hoy, desde mis más años me arrepiento de no
haber votado más veces, ya decía cuando se hablaba de pactos aquello de “programa,
programa, programa”, y fue el instigador de una fuerza de unión que diluyo
prácticamente el partido comunista dentro de lo que se vino a llamar izquierda
unida, algo que los españoles de entonces, poco acostumbrados a unir fuerzas y
si a discutir de que bando eras, no entendimos, pero lo cierto es que esa unión
es lo que les otorgo una cierta prolongación en el tiempo que tras disparates
como el de Extremadura, el sarpullido de la corrupción y otros acuerdos que
evidentemente nunca han estado sometidos a aquel “programa, programa, programa”
han ido mermando esa confluencia de ideas hasta prácticamente hacerlos
desaparecer del mapa político.
No
es importante que unas siglas se pierdan, lo importante es que las ideas que se
defienden, sea cual sea la bandera que encabece el desfile político de los
candidatos sea común y en línea con lo que los posibles votantes le exigen para
ganarnos en el gesto de tomar esa papeleta, se llame como se llame, y
depositarla en las urnas.
Ahora,
lo quieran o no lo quieran es tiempo de pactos, y no de intercambio de poderes,
sino de pactos de verdad, es hora de poner encima de las mesas de negociación
las propuestas políticas que tanto se venden en los mítines electorales pero
que tanto cuesta ver en desarrollo cuando llegan al poder.
La
derecha de esta país mantiene sus fuerzas, ya que el hecho de que el Partido Popular
haya perdido un más que significativo numero de votos, no es menos cierto que
Ciudadanos, que por más que lo nieguen son la alternativa para el voto cautivo
de la derecha, ha conseguido una muy apreciable representación en las urnas,
con lo que un pacto PP-C’s, que además manejan un ideario sospechosamente
semejantes en lo económico y en lo social, salvo el de la limpieza de la
corrupción que promulga Albert Rivera sería suficiente para que en muchos
lugares mantengan un poder que el voto realmente les niega.
El
voto de izquierdas, muy fraccionado, quizás por que el PSOE anda con miedo a perder
identidad política y porque la limpieza que promulgan las fuerzas emergentes les
viene mal en estos momentos, no tiene fuerza suficiente, salvo honrosas excepciones
para arrebatar los gobiernos al partido de la corrupción y de los atroces
recortes.
Desde
un punto de vista lógico, hoy, la izquierda debe apelotonarse en torno a las
ideas, a las propuestas sociales, a la recuperación de la gente que se ha ido
quedando por el camino y plegar las distintas banderas para conformar una
multicolor que los identifique de verdad como una unión de partidos por el
cambio, esconder sus propias identidades y comerse el orgullo de que en un
pasado fueron tan grandes que consiguieron abanderar aquella izquierda que con
miedo nos asomábamos a las calles en tímidas manifestaciones intentando cambiar
el mundo que nos rodeaba.
El PSOE debe sacudirse como un perro mojado y en cada gota
de agua que se desprenda soltar una corruptela, una sospecha, un acto de
nepotismo, y mostrar un pelo limpio, tan limpio que deje ver la piel que hay
debajo, mostrarse transparente ante aquellos que tenemos la opción de elegirlos
algún día para que nos gobiernen con las nuevas ideas que entran frescas de
mano de gente utópica, revolucionaria, con verdaderas ganas de cambiar este país.
Es
el momento.
Si
consiguiera ese nivel de limpieza, que no es tan difícil si se prescinde de
amiguismos y enchufismo, de asesores designados a dedo y de facturas en los
cajones, si se opta de verdad por aquellas ideas de izquierdas que nos
levantaron en aquellos ya lejanos años, es posible que consigamos arrebatar los
gobiernos y retornárselos a sus verdaderos dueños, el pueblo.
El
pueblo ha hablado y desde mi pinto de vista con claridad.
El
voto de la derecha, siempre cautivo del dinero y las prebendas se mantiene alli
donde siempre estuvo, fiel a las propuestas promulgadas desde la FAES por el
autócrata Aznar, poderoso dueño de la verdad absoluta, mientras el de la
izquierda se ha disgregado en cuantas propuestas han aparecido con aires de
limpieza y de verdaderas ganas de gobernar desde el pueblo para el pueblo.
Es
hora de unirse, de olvidarse de nuestras propias siglas, es hora de unir las
ideas progresistas y sociales bajo una bandera común.
Como
si (y utilizo este símil aunque no entiendo mucho de fútbol por no decir nada,
porque se que es fácil de entender) esto fuera un campeonato mundial. Jugadores
de distintos equipos jugando bajo una bandera nacional. Gente que en enfrentamientos
cotidianos se dan de patadas en las espinillas jugando juntos por el bien de la
nación representada.
Pues
eso, que ahora es el momento de que Pedro Sánchez, Susana Díaz, y el resto de barones
del PSOE y a la vez los dirigentes políticos de las distintas formaciones de
izquierda se pregunten: y ahora, ¿Qué hacemos? Desde luego, no es llamar a
Ciudadanos mas allá de felicitarlos por sus fantásticos resultados, pues
cualquier alianza con ellos seria una traición, una más a los votantes de
izquierdas que han puesto su voto y sus ilusiones en un líder supuestamente
renovador.
La
respuesta es lo que os pide el pueblo, que si os tenéis que diluir os diluyáis,
pero que las fuerzas de izquierda, que sumadas son mayoría, se unan en una gran
selección que los haga equipo ganador.
Y
rápidamente, sin perder un solo segundo, entrar a saco en alcaldías,
diputaciones y gobiernos autonómicos, rebuscar en los cajones y auditar el
gasto publico, retornar los gobiernos a la normalidad y no al desfalco y el
robo, sin revanchismos, sin armar escándalos, sin armarse de despecho, sin
mentir, pero exigiendo responsabilidades, haciendo una administración realmente
transparente donde no queden rendijas ni parapetos, donde seamos por fin
conocedores de que se hace con el mucho dinero que se aporta a las arcas
publicas
¿Y
ahora, qué?. Pues eso. Creo que nos lo merecemos.
Jose
Ramiro, bloguero