La multidimensionalidad de lo cotidiano nos hace ver
las cosas desde un punto de vista absolutamente simplista.
Estamos acostumbrados a pensar, de forma automática
en que las cosas son como son, sin ser conscientes de que no es cierto.
Vivimos en un mundo donde la percepción de la
realidad esta condicionada por nuestras propias capacidades, y en ese entorno,
vemos las cosas, los objetos como si fuesen creaciones eternas. Todo tiene un
arriba y un abajo, una derecha y una izquierda, todo ocupa un volumen determinado
por tres simples parámetros: altura, anchura, y largura.
La cuarta dimensión, menos visible, es el tiempo.
Tendemos a pensar en la rigidez de los físico, pero en realidad, supongamos que
colocamos una caja de cartón encima de una mesa, que posteriormente
encerraremos en una hermética urna de cristal. Pensaremos que salvo algún
desastre natural, esa caja permanecerá estable en su viaje hacia el largo
futuro.
Pero por contra de que sus dimensiones físicas
parezcan inalterables, esa dimensión irreversible y asimétrica que es el
tiempo, ira variando su física, deteriorándola aun con pasmosa lentitud hasta
su total destrucción.
En realidad, no es el tiempo, dimensión inmaterial
que a todo afecta, sino que la propia física de la materia tiende a la autodestrucción. Las
moléculas que componen el cartón de la caja, de forma inexorable se irán
rompiendo en otras más pequeñas. El tremendo y permanente bombardeo de micropartículas
que sufre el cartón aun en el ambiente mas hermético, los miles de millones de
neutrinos que lo van atravesando cada instante van rompiendo su estructura, deteriorándola,
la propia vida media de los elementos condiciona su ser, a nivel atómico e
incluso menor, veríamos como cada partícula lucha, aun en los elementos
aparentemente mas rígidos, con las que la rodean, golpeándose, desintegrándose...
El tiempo, no es el culpable, solo es el testigo de
la tragedia subatómica.
Las simetrías se rompen en esta dimensión. La línea
temporal avanza inexorablemente hacia el futuro, hacia la entropía, hacia el
caos y el desorden, sin vuelta atrás posible. El orden, siempre fruto del
trabajo y de un gasto energético abrumador, a poco que nos descuidemos se rompe
en caóticos movimientos tendentes a llenarlo todo.
Nuestra constitución, ley de leyes, esta sometida a
las leyes naturales como lo esta todo lo que somos, todo lo que sentimos, todo
lo que seremos...
35 años, la han ajado, la han deteriorado y ya no
cumple con los mínimos necesarios para que nuestra sociedad sea justa y
ordenada.
Nuevos parámetros han ido apareciendo, cual elementos
subatómicos que aparecen de la aparente nada, la han golpeado y nos hacen ver
la necesidad de restaurarla, de dotarla de una nueva estructura.
Como la caja de cartón del ejemplo antes mencionado,
ni tan siquiera una urna de cristal, un blindaje aparentemente seguro, puede
garantizar su supervivencia, ley entrópica, que condiciona que todo,
absolutamente todo tiende al caos, a la destrucción.
Las mínimas reformas realizadas sobre el magno
documento solo han acelerado su deterioro.
Ya no es la ley igualitaria y preservadora de los
derechos de los habitantes de este país, ahora antepone a esos derechos el de
los usureros que nos prestan dinero, impone el pago de nuestra deuda y deja de
ser el escudo legal protector de todos los españoles, creando pobreza,
obligándonos a someternos a un destino maquinado por redactores sin alma,
verdaderos amos del tiempo. Poco más que papel mojado.
Deberíamos hacer una nueva, crear un nuevo orden, que
no por nuevo será mas duradero, aunque seguramente estaría mejor adaptada a los
tiempos que corren.
Las derechas, dada la reversibilidad dimensional del
mundo y de la historia, alguna vez pueden ser izquierdas, lo que hoy esta arriba,
bien podría estar abajo, lo que esta allá en el fondo bien podría estar en
primer plano. No hay ley que lo impida, pero lo que esta en el pasado, ya nunca
podrá estar en el futuro, el tiempo solo tiene una dirección, antes el pasado y
por delante solo el futuro. Todo se deteriora, todo se desintegra...
Un futuro que va adquiriendo realidad en base al
caótico movimiento de la sociedad, sobra comida en el mundo, pero siguen
existiendo muertos de hambre, el agua es un bien escaso, pero seguimos derrochándola,
millones de toneladas de desechos de fabricados por el ser humano atiborran
nuestros mares y nuestras tierras, contaminan nuestro aire e incluso el espacio
que rodea nuestro planeta, el supuesto dominio de lo nuclear plantea el reto de
esconder sus residuos, el caos se apodera de nuestras líneas temporales sin
solución de futuro.
No hay vuelta atrás, y en este viaje solo podemos
mirar hacia delante. Lo que hoy parecen verdades absolutas, con el tiempo se
irán convirtiendo en enormes mentiras.
El tiempo, esa inmaterial dimensión que nos arrastra
sobre ella es muy largo, tanto que sólo atisbamos su inicio, allá en un lejano
pasado donde todo se hizo realidad, y somos incapaces de ver su final.
Ni la
bruja Lola, ni mágicos adivinos con relucientes bolas de cristal, ni por supuesto ninguno de nuestros dirigentes son capaces de
verlo.
Cuando un perfumista crea su obra, y es capaz de
encerrar en un pequeño frasco unas gotas de sentimientos, lucha contra la
entropía, crea orden dentro del caos.
Con el suficiente tiempo por delante, ese perfume se
terminara evaporando, no importa cuanto tarde, es un final anunciado en el
mismo momento de su creación. Todo lo que es, algún día no será.
A nuestra carta magna le viene pasando esto. Ya no
vale. Sus pequeñas partes, su cuidado articulado, creado sin duda con mimo y
con la mejor de las intenciones, se están evaporando.
Bien está que reconozcamos la obra de los artistas
que, nota a nota, fueron capaces de componerla, pero el frasco se quedó abierto
y ya huele mal.
Solo nos queda regresar al futuro, crearlo, que no
recrearlo...
Jose Ramiro, bloguero
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