Andaba Moisés con su rebaño por el monte, en sus
labores de pastores, cuando una cosa extraña llamó su atención, Era una zarza
que ardía, pero sin consumirse, y de la que emanaba una poderosa voz que le
conminaba a que sacara a su pueblo de Egipto para llevarlo a la tierra
prometida.
Después de múltiples peripecias y actos de brujería
(o milagros, depende de quien interprete aquellos actos), que llegaron a
desesperar al faraón, este dejo marchar al pueblo de Israel en el primer exilio
masivo del que tenemos noticia.
De camino hacia la tierra prometida por el dios de la
zarza, Moisés sintió la llamada del mismo, que a modo de antiguo y mágico
wassap dentro de su cabeza, le proponía una cita en el monte Sinaí.
Dejo entonces a su pueblo y a sus rebaños a las
faldas del monte, al cuidado de una persona de su confianza, Aaron, su hermano,
y se echó al monte, en busca de respuestas, y allí estuvo durante cuarenta días.
El ser supremo le entrego en ese momento las tablas de la ley, un decálogo de
buenas costumbres tallado en piedra, de lo que se deduce que la tardanza fue
provocada por la laboriosa talla.
Al bajar, Moisés se llevo una desagradable sorpresa,
y es que en su ausencia, su pueblo, falto de liderazgo, había convencido a su
hermano, débil de carácter por lo que se deduce, para que les diese un dios mas
mundano, y este, sensible a las necesidades de su pueblo, y buen artesano, recogió las
pertenencias de oro de cada familia, las fundió y les construyó un becerro de
oro, representación de uno de los dioses egipcios, a fin de serenar sus almas.
Moisés, al llegar entro en un estado de cólera mayúsculo,
hasta el punto, que en un acto sin precedente, lleno de ira por la idolatría
que se había desatado, arrojo las primorosas tablas contra su pueblo mientras
les recriminaba su actitud, y posteriormente condenó a muerte, provocando así
el primer holocausto, a aquellos que se mantenían en la rebelión contra aquel
dios que les estaba haciendo pasar por aquel largo periplo en el desierto,
y que se prolongaría mas de cuarenta años. Si bien es cierto que hacia llover
maná y les procuraba abundantes fuentes de agua, había quien no entendía porqué
aquel ser todopoderoso, capaz de crear algo tan complejo y sofisticado como un
ser humano, no les había facilitado un GPS, pequeño juguete para ente tan magnánimo,
con las coordenadas grabadas de su destino.
Dios, todo misericordia, no solo no se enfadó con Moisés,
sino que volvió al tajo y le construyó unas nuevas tablas con una replica del
contenido de las originales. Perdonó al masacrador, ya que para EL, era más
importante mantener al pueblo sometido a
su ley que la vida de las miles de personas que habían cometido el aberrante
pecado de no creer en lo impalpable.
En aquel momento, no se sabe muy bien si histórico o
de leyenda, la humanidad se decanto entre buenos y malos (hay otros muchos momentos en las sagradas escrituras, pero me interesa resaltar este a fin de darle coherencia a mi escrito):
Buenos, los que se sometían a la ley divina
transcrita en piedra, malos los que no, los idolatras.
Hoy, se sigue percibiendo la diferencia entre unos y
otros, en los políticos, en la curia, en los grandes capitales, en los
despiadados fondos de inversión, en los amos del mundo
Hoy, el amor a dios, en todos los caso es el amor al
dinero, y todo funciona alrededor de la imagen divina.
Las iglesias con su acumulación de riquezas, la clase
política en su patente adoración a la moneda, los grandes empresarios en su
avaricia, los banqueros en su codicia...
Son idolatras, gente sin corazón, que de alguna forma
han reconvertido las tablas de la ley, de su ley, en una adaptación perversa:
- Amarás al dinero sobre todas las cosas, Te someterás a el, te dejaras comprar, no te importarán las miserias creadas.
- No consentirás que nadie impida tu enriquecimiento.
- Santificarás las fiestas, procurando que para ti lo sean todos los días, mientras los demás trabajan y producen para ti.
- Deshonrarás a tu padre y a tu madre, a los principios mas básicos de convivencia heredados, y en su defecto, honraras a los que te ayuden en tu enriquecimiento ilícito.
- Matarás, encarcelarás, castigarás, si es posible, a todo aquel que te estorbe, o en el mejor de los casos, lo degradarás, lo mancillarás, lo destruirás socialmente, y para ello utilizarás todas las armas a tu alcance, las fuerzas policiales, los ejércitos, los medios de comunicación, la fuerza de las mayorías aleladas que te otorgan su voto.
- Cometerás actos impuros siempre que sea necesario, sin importarte a quien afecte, con el despotismo que otorga el saberse parte del pueblo elegido, de la clase dominante, de los ricos a costa de los pobres.
- Robarás tanto como sea posible, aun las pertenencias de los mas necesitados, desahuciarás viviendas, embargarás bienes ajenos, horadarás las economías domesticas con impuestos injustos, bajarás salarios y esclavizarás al hombre, entregarás lo publico a manos privadas siempre que se mueva una comisión de por medio, descapitalizarás al pueblo en aras del enriquecimiento de tus amigos.
- Darás falso testimonio y mentirás tanto como sea posible, siempre con la vista puesta en tu beneficio personal, para conseguir votos, para luchar contra los que defienden la verdad, los derechos, en los juzgados y en el parlamento, en cada comparecencia y sin mostrar escrúpulo alguno.
- Consentirás pensamientos y deseos impuros, incluso actos de esta naturaleza, dejarás a tu mente volar sobre como robar más, sobre que se puede hacer para no pagar impuestos, para defraudar, para llevarte tus capitales a paraísos fiscales, pensarás en estrategias empresariales para defraudar a tu pueblo, desearás el bien ajeno y permitirás, inventarás o desarrollarás formulas financieras perversas para facilitar el movimiento de tus capitales, para esconderlo, para engordarlo.
- Codiciarás los bienes ajenos., y en lo posible los conseguirás, comprometerás a tu pueblo en deudas injustas, liberarás a los ladrones de cualquier pena, indultarás a los que te han engordado el bolsillo y a los afines a tu idea, darás a los ricos las pertenencias de los pobres, degradarás al ciudadano de a pié a un parásito que consume lo que tu produces, primarás tus beneficios por encima de cualquier perjuicio.
Idólatras de un becerro construido con papeles de
colores, de cobre y zinc, de poder. No es oro el compuesto fundamental, pero su
valor es hoy mayor
Diez mandamientos extensos, mas que aquellos
esculpidos en piedra, dada la facilidad que otorga al escritor herramientas modernas
como el lápiz y el papel
Perversa adaptación. Todos malos...
Jose Ramiro, bloguero
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