El
chanquete es, además de un personaje de ficción de la famosa serie “Verano Azul”,
un pequeño pez (no un pez pequeño. De adulto, el Aphia minuta rara vez llega a medir algo más de
cuatro centímetros) rosado y casi traslúcido que gastronómicamente hemos
disfrutado sobre todo en las costas malagueñas, donde su legendaria fama viene
de que por alguna causa, en algunas zonas de sus costas se reproduce con mucha
facilidad.
En
el siglo pasado era habitual ver por las mañana en las playas la extracción del
tradicional copo, que consistía en estirar una red cercana a la costa con la
ayuda de un pequeño bote y unir finalmente sus extremos en tierra, donde pasado
un tiempo prudente, fornidos pescadores iban tirando de ella y en su interior
se encontraba el exquisito manjar marino.
El
problema es que al ser un pez de tamaño tan pequeño, el arte para conseguirlo
era así mismo muy tupido, con lo que a la vez que el preciado pez, venía
atrapado en el copo infinidad de crías de sardina o boquerón, con lo que esas
especies, aun sin quererlo, se iban esquilmando, pasando de ser peces a ser
pescados.
Esto
hizo que a finales de siglo se prohibiera la captura y comercialización del chanquete
y despojaron a los chiringuitos y restaurantes playeros de uno de los
atractivos culinarios con los que contaba hasta entonces.
A
todo lo que no era chanquete en el copo se le denominaba popularmente “morralla”,
es decir, lo que no servia, y no pocos malagueños esperaban la salida del copo
para hacerse con una buena carga de estas otras crías que pasadas por la sartén
formaban parte de la dieta de los más madrugadores.
No
tiene nada que ver esta pesca con la de especies mayores, que salvo ahora con
las piscifactorías, siempre se han conseguido con artes más tradicionales,
pescando con sedal, anzuelo y cebo. Los peces gordos, que parecen estar dotados
de mayor intelecto (aunque su memoria sea a muy corto plazo) se sienten atraídos
por los apetitosos cebos que usaban aquellos pescadores.
Este
año, año electoral, los grupos políticos tiran sus cebos para pescar votos.
Así,
los de izquierdas hablan de igualdad, de reparto, de justicia, de auditar la
deuda, de proteger a los trabajadores y el derecho sindical, de quitarles a los
ricos para darles a los pobres, de salarios dignos y de la conservación de
determinados derechos.
Y
los de derechas hablan de terrorismo, de yihadismo, de amenaza de desintegración
del país, de la defensa de la vida del no nacido, de cadenas perpetuas, de grandes
números económicos y de estadísticas que curiosamente siempre los dejan en buen
lugar, de negocios internacionales y de cómo hacernos mas competitivos aún por
encima de nuestras posibilidades y de cualquier derecho, de venta de lo publico
y de privatizar todo lo privatizable aunque sean servicios esenciales.
Cada
uno quiere pescar en su caladero.
Unos
peces gordos, otros, morralla.
Los
de izquierdas en el pueblo llano, en el que lo esta pasando mal, en el pobre,
en el desahuciado, en el pensionista, en el enfermo, en el parado, en el
dependiente, en el estafado por la banca, en el explotado laboralmente, en el
que no llega a fin de mes, el olvidado por los estamentos oficiales…
Los
de derechas, en la clase dirigente, en los barrios ricos, en los
incondicionales de toda la vida, en las victimas del terrorismo manteniendo
vivo un dolor que en muchos casos ya se estaba apagando, en los que piensan que
hay ministros que hablan directamente con las vírgenes para que nos ayuden, en
el empresario al que le ponen fácil el despido, en el banco al que favorecen vendiéndole
deuda a precios de usura, en los gigantes industriales que ven oportunidad en un
mercado laboral barato y limpio de derechos, en las farmacéuticas que se lucran
con la enfermedad, en las empresas y fondos buitre que compran lo que es de
todos para explotarlo comercialmente, en las eléctricas y tecnológicas llenas
de puertas giratorias, en corruptos salvados por la campana, la campana que
hace sonar el gobierno de turno y a la que jueces y fiscales, en una
perjudicial cantidad obedecen cuales fieles lacayos…
Todos
nos cuentan que su cebo es el mejor, a ver si picamos.
Unos
buscan peces gordos, otros, simplemente morralla (por cierto, en el copo, la
carga de morralla siempre era mayor que la de chanquetes…)
Peces
gordos hay menos que morralla, pero con un inmenso poder.
La
morralla somos muchos más, y si tuviésemos algo de memoria (poco más que un
pez) nos daríamos cuenta de que la fuerza de la masa rompe cualquier arte, por
tupido que sea. Solo hay que empujar todos a una…
Además, junto con la morralla, con los despojos de esta sociedad injusta, siempre quedan atrapados algunos peces gordos, con un cierto sentido social que tambien ayuda...
Jose
Ramiro, Bloguero
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