Lo
que nunca debió ocurrir, pero ocurrió.
Hace
pocos días se conmemoraba el final de las matanzas programadas por un loco.
La
sinrazón de la privilegiada, aunque mal amueblada cabeza de Adolf Hitler, llevo
a sus adláteres a cometer el mayor ataque del hombre hacia el hombre que
recuerda la historia.
El
convencimiento de estos seres de la supremacía de la raza aria y de la maldad
de los judíos llevo a todos aquellos que cayeron en sus manos y no cumplían con
los estándares descritos por su patrón a ser sacrificados cuales reses en un
matadero, pero con la maldad añadida del presidio, la miseria, las vejaciones, el
trabajo forzoso, el hambre y el martirio que conllevaba el internamiento en
cualquiera de sus más de 42.500 centros de internamiento, entre campos de trabajo forzado
(30.000), guetos (1.150), campos de concentración (980), centros de detención de
prisioneros de guerra (1.000), burdeles con esclavas sexuales (500)
y miles de lugares donde se aplicaba la eutanasia a ancianos
y se realizaban abortos forzados. Principalmente judíos,
pero también gitanos, homosexuales, polacos, rusos y gentes de todas las razas
y etnias, e incluso arios que no comulgaban con la anunciada superioridad de su
raza fueron victimas de la
barbarie. Se dice que el numero de victimas hay que contarla
con cifras seguidas de seis ceros.
Un
estudio del mes de marzo de 2013 del Museo del Holocausto de Washington ( http://bit.ly/1BTIJbD ) estima entre 15 y 20
millones de victimas.
Dan
escalofríos…
En
las guerras antiguas, donde las victimas se contabilizaban por cientos, o por
miles cuando más, la muerte de los combatientes era algo incluso honorable, pues
solía ser fruto del enfrentamiento cuerpo a cuerpo, hombre a hombre.
Entre
los aztecas se celebraban guerras de honor, donde el final era abatir al
enemigo pero sin matarlo, convertirse en el padre de su alma y ofrecérselo a
sus dioses en honorable sacrificio que honraba tanto al vencido como al
vencedor.
Hoy,
las guerras son distintas, frías, y el
exterminio de personas se vive como a distancia. Drones que disparan sin ningún
tipo de sentimiento, misiles que se desplazan a distancias a veces intercontinentales,
bombas de racimo que destruyen el lugar donde caen y la vida a su alrededor,
minas antipersona que revientan al enemigo cuando ya el que las puso está
lejos, modernas armas con una capacidad destructiva inmensa, inmensos arsenales
de armas atómicas y químicas, cohetes, lanzacohetes y misiles anti-cohetes
convenientemente publicitados para que no perdamos el miedo, para que el
recuerdo de lo que puede ser nos reprima. Y todo por el estupro de las riquezas
ajenas. Desproporción absoluta entre las victimas de los vencidos y de los
vencedores
Y
al albor de ese tipo de guerras tan modernas nacen otros campos de
concentración tan despiadados como aquellos.
Campos
de refugiados, verdaderas orbes construidas de telas y cartón, sin estructura
de control conocida mas allá de que el que entre no salga, donde el hambre, el frío,
las penurias y la enfermedad matan cual cámara de gas a muchos de los que alli
entran. Miles de muertos que no se contabilizan más que como números estadísticos
en este nuevo holocausto, que eso si, es más pulcro, más distante, menos
sentido, pero igual de dañino para el
ser humano. Cientos de miles de personas hacinadas esperando
solo la lenta muerte que les espera. Sudaneses, centroafricanos, liberianos, saharauis,
palestinos, iraníes, afganos, iraquíes, somalíes, kurdos, ex yugoslavos y de otros
países extintos, huidos de las guerras y de las persecuciones políticas y étnicas
son los ciudadanos de esas nuevas ciudades de acogida que dependen del limosneo
y las escasas ayudas oficiales de los países desarrollados y de cientos de ONGs
para ir sobreviviendo.
Muros
que concentran a determinadas etnias y poblaciones encerradas en guetos donde
poder ir masacrando poco a poco, con paciencia y consentimiento de los modernos
gobiernos a los que por no verse parecen invisibles. Palestinos y saharauis
condenados a vivir separados del mundo solo por pertenecer al mundo equivocado,
al de los menos poderosos. Muros de hormigón y campos sembrados de minas por si
a alguien se le ocurre salir. Ejércitos parapetados en garitas de vigilancia, expertos
francotiradores dispuestos a hacer blanco
en aquello que se mueva fuera de los recintos bien
delimitados.
Guetos
dentro de nuestras mismas ciudades donde mantener la “escoria” social de forma
poco visible, que no moleste demasiado... La cañada real en Madrid, las 3.000 viviendas
en Sevilla, la palmilla y los asperones en Málaga, las ciudades chabolistas del
centro y sur de América, las favelas brasileñas… En cada ciudad, rincones de concentración
de miseria, campos de refugiados donde solo sobrevive el más fuerte, el más
dañino, donde la única ley que impera es la de la selva urbana e infrahumana.
Holocausto
silencioso sin fecha para conmemorar su final. El mal aparato publicitario que
los hace prácticamente invisibles, oculta el terror como lo ocultaban las
murallas de los campos de exterminio nazi…
Algún
día, muy en el futuro, quizás conozcamos las aterradoras cifras de victimas que
alli se almacenan… También se contaran con cifras seguidas de seis ceros… Algún
día, igual celebramos el final de la barbarie…
Pero
es tiempo de carnaval, de fiesta pagana y algunos se preparan para la misma. Cánticos, caretas,
máscaras, disfraces, lujuria en las calles, comparsas, coros y concursos de
samba, belleza y reinas de carnaval.
Dicen
que las máscaras, famosas sobre todo las de Venecia, servían para en muchos
casos tomarse la justicia por la mano del enmascarado, que oculto en el
anonimato que le proporcionaba la careta tomaba venganza sin que nadie pudiese
culparlo.
Hay
quien se pone la careta, y hay quien se la quita y se le ve su verdadera cara.
EL
ejemplo más claro que se me viene a la cabeza es el de Pedro Sánchez, que
definitivamente se ha quitado la careta de “Socialista” y se sienta solo un
poquito a la izquierda de Rajoy (pero solo un poquito, prácticamente pegados el
uno al otro) para firmar esa ley contra el terrorismo yihadista (por cierto,
financiado por las grandes potencias para destruir desde dentro países cuyas
riquezas ambicionan) que oculta entre líneas la futura aprobación de la cadena
perpetua, de la persecución de todo el que no confiese con el régimen
instaurado, del castigo desmedido al pueblo por sus gobernantes.
Pocas
cosas son más perpetuas que la muerte, y ese es el ansiado fin de estos
terroristas que quieren castigar, el martirio y después el cielo con sus huríes,
por lo que la utilidad de es prisión permanente
revisable esconde otros fines bastante mas oscuros
Solo
es la preparación de “un gran pacto de estado” que firmaran después de las
generales para perpetuarse ellos en el gobierno, juntos, uno al lado del otro,
en lucha contra la representatividad que puedan conseguir otras fuerzas que “desestabilicen”
el gobierno. Una verdadera condena a perpetuidad pactada por los que se creen
partidos mayoritarios.
Susana
Díaz, esa que lleva Andalucía en la sangre, la de la casta de los fontaneros,
la designada a dedo para gobernar el sur de España, prepara el asalto a la Moncloa. Adelanta
elecciones sabedora de su victoria, para a futuro designar también a dedo, como
parece ser ya costumbre, a un nuevo dirigente de las políticas del sur y ella,
a lanzarse a un campo de batalla mayor, aunque deshonroso. ¿Por qué contentarse
con Andalucía si puede gobernar España…? o eso cree. Fuera las caretas, con
desparpajo, sin miedos, que para eso están
las leyes mordazas…y el poder del dinero publico, que parece que no es de nadie
más que de ellos y de las grandes empresas que les habilitan sus puertas
giratorias…
Febrero
es el mes de la poda, y así ha sido históricamente.
Los
jardineros y labriegos se afanan en quitar las partes muertas de las plantas,
las formatean, les dan forma y cuidan de dejar brotes con capacidad de
regenerarlas. Mas tarde habrá que cuidarse de las malas hierbas que quitan
fuerza a las plantas de flor y roban del sustrato los alimentos que necesitan
las plantas.
Febrero
y lo que nos queda de año hasta las elecciones es el tiempo de la poda política
y de la corrupción. Hay
que cortar de raíz las malas hierbas, hay que depurar la ramería desordenada de
los partidos políticos, no hay que permitir que nos roben el sustrato social
que nos mantiene y habrá que confiar en los brotes sanos para regenerar el árbol
de nuestros gobernantes. Hay que sembrar con el voto adecuado las urnas que
contiene las tierras del futuro jardín. Después habrá que abonar y regar
convenientemente lo plantado.
Es
hora de quitarse las máscaras y definirse, es hora de destruir muros y guetos,
es tiempo de poda… o de guerra…
Jose
Ramiro, bloguero
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