Estamos
en año electoralísimo; Elecciones para todos los gustos.
Empezaremos
en Andalucía el 22 de marzo, seguiremos con las municipales y autonómicas el 24
de mayo, las llamadas “plesbicitarias” de Cataluña el 27 de septiembre y terminaremos
con las nacionales, que se deben celebrar entre el 20 de noviembre y el 17 de
enero como fecha limite según lo previsto en el articulo 68 de la constitución.
Las
formaciones políticas cierran filas en torno a sus líderes, a veces electos y a
veces impuestos y abren despachos para sentarse con sus antagonistas a debatir el reparto de poder y de
sillones necesario para poder gobernar en el caos electoral en el que estamos
envueltos.
Claramente
el bipartidismo ha muerto y ahora nos encontramos con una fuerza política que
mantiene un respaldo considerable, a pesar del desgaste sufrido en los años de
legislatura, el Partido Popular, y un cúmulo de fuerzas repartidas entre
Podemos, Partido Socialista Obrero Español, Ciudadanos, Unión, Progreso y
Democracia e Izquierda Unida. Otras muchas marcas electorales no conseguirán
tan siquiera representación.
Un
inmenso presupuesto se dilapidará en este año en arengar a los partidarios de
las distintas fuerzas, en asistir a cualquier acto publico que permita una foto
amable, en besos a desconocidas y desconocidos, en selfies con niños en los
brazos, sonrisas en las bocas y besos de judas, en mítines a ellos mismos,
llenos de banderas de su color politico, en un ejercicio de egolatría
programada para hacer grande cada uno a su candidato.
Falsas
promesas, palabras vacías y malvadas críticas a cualquiera de las otras partes
serán los discursos que no nos cansaremos de oír. Todos serán los inventores y
los garantes de la libertad y los derechos y los otros unos detractores o unos
populistas. Todos prometerán el cielo y al final nos expulsaran del paraíso.
Dará
igual que sean mentiras que verdades, los asesores de imagen y los directores
de campaña decidirán lo que nos tienen que contar y como nos lo tienen que
contar y cada uno de ellos se someterá a ese programa que es el verdadero
programa electoral, el que debe permitirles llegar al gobierno, sea municipal, autonómico
o estatal.
Después,
harán lo que tengan que hacer, que eso ya lo determinan otras fuerzas que
durante las campañas están ocultas. Las grandes empresas de energía, los fondos
buitres, las grandes farmacéuticas, los lobbys de presión, las iglesias y las
creencias, la gran banca, las fuerzas vivas de las finanzas, los intereses de
los acreedores y un buen número de corruptos son los que determinarán la nueva
forma de gobierno. Esto es la verdadera democracia, donde el que paga, manda…
Vótame,
nos dirán una y otra vez mientras nos muestran su mejor cara, que cuando llegue
al poder te prometo que… nada. Promesas vacías. Cuando estén alli solo harán
aquello que les venga impuesto por otras más altas instancias.
Si
yo pudiera, les pediría el programa de lo que piensan hacer, cuando y como,
pero en documento publico, con un acta notarial de obligado cumplimiento que los
forzara a cumplir o irse.
Si
yo pudiera les pediría menos mítines y mas desarrollo de las propuestas, menos
besos falsos, menos baños de multitudes, más tocar suelo y menos criticar, que
no se amparen en los errores de otros y que nos anuncien cuales serán sus
aciertos, que sean claros, concisos y objetivos, que sean leales con el pueblo,
que de verdad intenten, aunque no todo lo consigan, arreglar el desaguisado
social en el que nos encontramos.
Si
yo pudiera, les pediría que pensaran en las necesidades del pueblo, que
deshagan pactos suicidas, que luchen de verdad por las libertades, que repongan el estado del
bienestar, que industrialicen la piel de vaca, que creen tejido industrial y
empresarial en vez de chiringuitos, que
formen mejor a los jóvenes, que les den oportunidades de desarrollo aquí, no en
Alemania o en Inglaterra, que ayuden de verdad a la pequeña y mediana empresa como
motor económico de nuestra tierra, que faciliten el acceso al mercado laboral, que
normalicen salarios y cotizaciones y no solo los impuestos con respecto a Europa,
que impidan las injusticias, que equilibren impositivamente a los que más ganan
y los que mas pierden…
Y
si para eso hay que tomar medidas drásticas, que las tomen. Que impidan que los bancos desahucien personas y que
obliguen a buscar cuotas de entendimiento y económicas que se puedan cumplir, que
impidan que la factura de la luz deje en la pobreza energética a buena parte de
las familias españolas, que asuman los comedores sociales como un problema de
estado, que protejan a los más débiles, que garanticen la universalidad de la
sanidad para todos los ciudadanos, que impidan el exagerado lucro de las farmacéuticas,
que garanticen la atención a los enfermos y a los dependientes, que impidan la
discriminación y que penen seriamente las actitudes extremófilas, que no
persigan y castiguen a los que vienen buscando un mundo mejor y que ayuden a que
sea mejor su mundo, que no apoyen guerras y que fabriquen menos armas aunque
sean un buen negocio, que pacten con el pueblo y no se sometan.
Si
yo pudiera, les pediría que, aunque solo fuera por el tiempo que gobiernen, se
olvidaran de grandilocuencias y fueran, aunque solo lo fueran un poquito, más
humanos…
¿Podré?
Lo
dudo...
La
política, esta política que sufrimos, es el arte de engañar al pueblo, de las
falsas promesas, del refugio de los corruptos, del gasto desmedido e
incontrolado en grandes obras y rotondas que riegan comisiones, de tarjetas
negras y de todos los colores, de la imposición injusta a los que menos tienen
y de leyes que favorecen los dineros oscuros que manejan, de paraísos fiscales
e infiernos terrenales, de injusta justicia, de sanidad enferma, de mala
educación, de favores y favorecidos, de discriminación y desprotección de quien
lo necesita, de discursos vacíos y de opacidad.
Largo
año nos espera… y decisivo.
Jose
Ramiro, bloguero
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