Estamos
acostumbrados a leer épicas novelas y a ver en el cine y en televisión, grandes
escenas, con miles de extras en muchos casos virtuales, donde los buenos se enfrentan
a los malos, y donde aquellos, los buenos, terminan victoriosos en desproporcionadas
batallas derrotando al MAL, con mayúsculas.
Siempre
terminan los buenos siendo felices y comiendo perdices, o, como en el caso del
famoso Obelix, héroe junto con sus amigos de un ejemplarizante pueblo que se
resiste a ser dominado, unos buenos cerdos asados mientras mandaban la música a
otra parte.
Hoy,
en estos días, y en el futuro más próximo, en Europa se esta celebrando una
batalla de esas que podríamos denominar grandiosa.
Por
una parte están los buenos, griegos, españoles, y otros pueblos que se unirán a
la causa contra la injusticia, contra la corrupción, contra la pobreza, contra
el abuso de los grandes, y por otra parte están los malos, la Europa de la unión
económica, la que lastra la vida de los ciudadanos, la que corrompe y se
corrompe, la que asfixia a los pueblos, la que se agarra a un trono que por ley
pertenece a los ciudadanos y del que se han ido apoderando poco a poco con las
malas artes de los poderosos.
Alemania,
fuerza capitana, el Fondo Monetario Internacional, como aliado necesario y los
capitanes de los escuadrones de la muerte, amenazan a los griegos para impedir
su libre expresión en las urnas, sitia al pueblo griego, los amenaza con el
desabastecimiento y el abandono, con la expulsión del euro, como advertencia a
los demás del precio que tiene salirse de la ruta marcada por los dueños de la
moneda única.
En
realidad, en esa batalla, buscan debilitar al enemigo, buscan eliminar
cualquier atisbo de discordancia con aquellos que pensamos que si tocamos suelo,
algo hay que hacer con una deuda impagable, cuyos intereses sangran los
bolsillos de los ciudadanos, generada por el abuso y mal uso de gobernantes sin
escrúpulos, que nos privan de lo que tenemos y nos amenazan con dejarnos en la
penuria por los años de los años.
Ahora,
nosotros, los buenos, tenemos un reto por delante.
Tenemos
que buscar al druida que nos facilite unos tragos de poción mágica que nos de
la fuerza necesaria para derrotar al enemigo, y que, aun siendo menos,
multipliquemos nuestras fuerzas hasta salir vencedores.
Si
perdemos esta, habremos perdido la madre de todas las batallas.
El
acto de rebeldía puede salirnos caro, pero ya lo dice ese refrán tan español, y
es que más vale estar solo que mal acompañado.
El
gran imperio que nos ataca es el responsable de los males que nos acosan, es el
responsable de la desilusión, del desasosiego que nos produce levantarnos cada
mañana sabiéndonos parte perdedora, de los recortes que han acabado con el
estado del bienestar, de los estados que priorizan las ganancias de los bancos
a la salud de los pueblos, de los que solo ven ganancias en los grandes números
mientras la pobreza se adueña de las calles, de los que les importa muy poco
que se violen derechos constitucionales a cambio de quedarse con su jugosa
parte del pastel, del abandono de los que de verdad necesitan ayuda.
Ser
europeo no es lo mismo que estar en Europa.
Y no es Montoro, aunque se parezca... |
Hoy,
los pueblos periféricos de la gran nación de naciones, estamos, pero ni de
lejos somos.
Parodiando
a aquellos pieles-roja de las películas que se rodaban antaño en Almería, hoy
no somos europeos, “estamos europeos”, que no es lo mismo…
¿Ser
o estar?
Solo
con estar, no habrá final feliz. Que la fuerza nos acompañe…
Jose
Ramiro, Bloguero
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