sábado, 21 de julio de 2012

La involución de la especie


Es sabido, que todo evoluciona, y especialmente los seres vivos.

Los humanos no somos una excepción a la regla y, aunque pueda parecernos que siempre hemos sido y seguiremos siendo así, lo cierto es que las leyes evolutivas mandan sobre nosotros, y nos van configurando según las necesidades.

Estos cambios, aunque lentos, y generacionales, son los que nos van preparando para los nuevos retos que nos presenta la vida.

Dicen, que el cerebro de nuestra especie solo aprovecha el 10% de sus capacidades, pero eso es falso.

Igual que a un camaleón no le sobra ni un centímetro de lengua, a nosotros no nos sobra ni un trocito de nuestro cerebro. Si acaso, nos falta.

Un empresario ruso, multimillonario el, quiere conseguir la inmortalidad, (http://actualidad.rt.com/ciencias/view/49676-Loco-de-avatar-Un-millonario-ruso-se-compromete-a-lograr-inmortalidad-en-2045) y para ello, se propone crear “avatares” cibernéticos, que, conteniendo el cerebro humano sean capaces de sobrevivir a la muerte corporal.

La ciencia, que, todo lo puede. Con el suficiente dinero (que parece que lo tiene, además de haber pedido ayuda a las fortunas más poderosas del planeta) y el suficiente tiempo, es capaz de conseguirlo. Enormes fantasías hemos logrado…

No digo yo que no sea interesante tal propósito, pero no paro de preguntarme ¿para que querer ser inmortal? La historia, pesada y repetitiva, cansina ella, no es más que fruto de una secuencia de periodos de guerra, con episodios de paz en medio.

Vivir para siempre, se convertiría en rutinario.

Pararíamos la evolución, que se basa en la reproducción permanente de la humanidad para ir dotándola de las mejoras necesarias. Si vivimos para siempre, aunque sea en la virtualidad de un avatar, ¿para que reproducirnos? No cabríamos en el planeta…

Nosotros, como especie, empezamos siendo una especie de “mono calvorota”, que con el esfuerzo de elevarnos sobre los matojos en busca de comida, terminamos por aprender a andar sobre las dos patas traseras. La evolución nos bendijo desarrollándonos unas manos, ya que las patas delanteras dejaron de servirnos para apoyarnos en el suelo, y así aprendimos también a trepar (por cierto, en determinadas áreas de la sociedad esta enseñanza de “trepar” no se ha olvidado aun). Después, aprendimos a comer de todo. Y poco más tarde aprendimos a aprovecharnos de todo, apropiándonos del trabajo de los demás y mejorando nuestras expectativas de vida. Así fuimos evolucionando hasta lo que somos hoy. Un gran depredador. El mayor y el mejor…

Llegado el momento, a la evolución se le acabo el trabajo. La especie había llegado a un nivel evolutivo tan alto, que pocas mejoras se podían hacer. Éramos ya el mejor depredador, el más astuto, el más malvado de entre los seres que pueblan nuestro mundo.

A partir de aquí, solo las guerras entre iguales son las que hacen explotar de nuevo el sentido evolutivo de la especie. Tienes que ser el mejor para ganar. Y si eres el mejor, la vida te favorece.

Lo peor de esto, es que esa evolución destructiva del hombre, como especie, no nos mejora, ya que en la guerra no ganan siempre los buenos, sino los más fuertes

Como las cucarachas, los que pelean mejor, los que están mejor armados, los que se esconden y se aprovechan de los recursos ajenos, los que almacenan riquezas y se encapsulan y son capaces de proteger mejor a su descendencia, son los que transmitirán su carga genética.

Pero, ciertamente son las guerras las que nos hacen evolucionar en todos los sentidos.

Todos los avances, todos los descubrimientos, todas las ideas nacen del conflicto y de querer ser los mejores. Eso nos une, y eso nos separa.

Estamos cerca de un enorme salto evolutivo. Basta abrir la prensa y ver que el afán de poder de la humanidad no ha parado, al contrario. Cuanto mas crecemos como especie, más se desarrolla ese instinto de poder que nos lleva a la barbarie.

En Israel, en Corea, en los países del este, en oriente y en occidente, los ideales, las creencias, el terrorismo... La pugna por ese poder, amenaza permanentemente la sobrevivencia de la especie.


Decía yo antes, que el cerebro humano, tal y como lo conocemos esta dotado de todo lo necesario (desde el punto de vista evolutivo) para desarrollarse en el mundo que nos ha tocado vivir.

Pensándolo bien, siendo como es la naturaleza algo que se mueve en el azar constante, en el ensayo, en la prueba, es evidente que se harán intentos, por parte de la misma, de “mejorar” el rendimiento de nuestros cerebros.

Lo malo de estos experimentos naturales, es que no siempre salen bien, y lo mismo produce un cerebro enormemente más inteligente que el del común, que desarrolla otro con enormes taras.

Habrá que preguntarse, entre la clase gobernante, que tipología es la que prevalece.

Si es cierto, que la necesidad y el ansia de poder no lo han perdido, pero la capacidad de razonamiento, la sensibilidad a los verdaderos problemas, y características como la solidaridad y el altruismo están, mal que bien, desaparecidas de los cerebros de esa clase de personas.

Ana Pastor, que fue digna ministra con nuestro nunca olvidado expresidente Aznar, hace hoy un alegato en el diario “El Pais” (http://elpais.com/elpais/2012/07/16/opinion/1342450237_123652.html) , donde nos propone que, envalentonados por las grandes victorias deportivas de España, nos sometamos al “sacrifico” que nos proponen desde el poder, para levantar España. Dice desde el sostenimiento de las políticas gubernamentales y el trabajo…

Este es un caso claro de cerebro con las facultades mermadas. Afortunadamente, la evolución hace justicia con este tipo de identidades.

A nosotros, como especie, nos hacen falta otras cosas.

Nos hace falta acabar con injusticia y el aprovechamiento ilícito de unos por parte de otros.

Nos hace falta desarrollarnos  en un mundo donde la violencia sea anecdótica y no endémica.

Nos hace falta volver unos pasos atrás en la cadena evolutiva y mirar hacia nuestros ancestros más lejanos.

Nos hace falta abolir todo tipo de creencias que nos hacen pensar y sentir distintos de los demás, porque somos absolutamente iguales.

Nos hace falta discernir entre lo bueno y lo malo con claridad meridiana.

Nos hace falta socializarnos, no en el sentido político, sino en el humano.

Nos hace falta comprender el porque de nuestra existencia, que no es mas que “subir” un peldaño en la cadena evolutiva.

Nos hace falta, comprender que la muerte es necesaria, y no luchar, con absoluto egoísmo, por mantenernos artificialmente en este mundo. Ni nosotros ni nuestras ideas.

Nos hacen falta muchas mejoras…

Nos hace falta convertirnos definitivamente en personas. Volver  a ser personas...

Bienvenida la Involución. Que así sea…

Jose Ramiro, bloguero

2 comentarios:

  1. Es Magnifico el Manifiesto, deberiamos aprendr un poco d El.............

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  2. Me parece muy interesante y verdadero. Inconscientemente todos deseamos vivir eternamente

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