domingo, 29 de julio de 2012

El sentido de la proporcionalidad


* Leer nota aclaratoria para mis lectores al final del artículo.

En las fiestas de cumpleaños domesticas, donde reunidos los familiares y amigos con el “cumplidor” se trata de celebrar y pasar un buen rato, siempre llega un momento de cierta complejidad, que es el de repartir la tarta.

Se hace un cálculo rápido, y tras contar a los asistentes, se decide el tamaño de las porciones. Como bien que en estos casos no usamos reglas ni calculadora, los trozos serán aproximadamente iguales, con  tan pequeñas diferencias que no harán envidiar al que recibe uno un poquito mayor ni nos hará pensar en un posible favoritismo del repartidor.

Siempre habrá alguien, que se llevara las miradas de los concurrentes, por que en su trocito, incluirá esa figura de chocolate que nos llamó la atención a todos cuando vimos pasar la tarta iluminada por las velas.

Hay otras circunstancias, donde al tener que compartir cualquier cosa, sale el espíritu mágico del repartidor de tarta y logrando una sin igual equivalencia, consigue una distribución justa y adecuada.

Nos pasa igual cuando pedimos una pizza familiar, o al abuelo al repartir una propinilla entre sus nietos, o tras una opípara cena entre amigos al decir “tocamos a xx por persona” y en mil ejemplos más.

Estos ejemplos demuestran un buen sentido de la proporcionalidad, y entregan a cada cual una parte equivalente del bien o bienes repartidos, resultado de dividir la cantidad total por el numero de beneficiados o perjudicados en el reparto

Aplicando esta misma regla, y asumiendo la difícil situación de España, es lógico pensar, que el esfuerzo necesario para salir de esta crisis debería ser proporcional y equivalente para todos nosotros, pero…

Aunque la proporcionalidad en muchos casos pueda ser matemáticamente correcta, no siempre es justa y equitativa.

Cuando a un español de a pie, de los que aun tienen sueldo, se le rebaja el mismo en un 7% y el rey de España, en un acto de solidaridad magnánimo dice que ha decidido rebajarse su asignación en el mismo porcentaje, es proporcional, pero no es justo ni equivalente.

Ese español de a pie, español medio, ingresa al año alrededor de 22.000.-€ y nuestro rey se acerca a los 300.000.-€ No, los sueldos no son proporcionales. La equivalencia no existe.

Igual ocurre con políticos, asesores nombrados a dedo, enchufados y recomendados, gerentes y ejecutivos de grandes empresas, banqueros y adinerados.

Es una elite, que a pesar de “magnificar” su solidaridad diciendo públicamente que ellos también hacen el mismo esfuerzo, mienten. El esfuerzo no es proporcional ni equivalente.

Pasa igual cuando analizamos la proporcionalidad de las medidas que este gobierno va tomando viernes tras viernes mientras nos conducen al caos.

Las medidas, las leyes, los recortes y las varianzas impositivas deberían guardar ese principio de proporcionalidad, no dañando mas que por igual a cualquier ciudadano español.

Cuando se recorta en educación en lo público y se favorece lo privado, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Los ricos se educarán mejor que los pobres.

Cuando se imponen unas tasas abusivas para el acceso a la universidad, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Los ricos podrán formarse, los pobres no

Cuando se aboga por la privatización del sistema sanitario, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Los ricos estarán mejor atendidos que los pobres.

Cuando se aumenta de forma desmesurada el IVA, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Los menos pudientes lo sufrirán más que los otros.

Cuando las tasas judiciales en segunda instancia se elevan por encima de las posibilidades del español medio, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Los pobres no podrán defenderse.

Cuando se desmonta el estado del bienestar, que ladrillo a ladrillo hemos construido durante tantos años, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Hay bolsillos que permitirán seguir viviendo en ese estado, otros no.

Cuando se permite a las grandes fortunas tributar al 1%, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. El resto, el pueblo, paga mucho más.

Cuando se invierte en obras megalíticas con el único fin de lucrar a los constructores, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Aun cuando no son necesarias, también las pagamos los que no podemos permitírnoslo

Cuando se amnistía fiscalmente a ladrones contrabandistas y gente de mal vivir, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Los que pagamos estamos perjudicados, los otros, beneficiados.

Cuando un político imputado en un caso (o varios) de corrupción sigue en libertad mientras un simple ladrón de gallinas esta en la cárcel, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. La justicia no es igual para todos.

Cuando un gerente o administrador de entes públicos o privados recibe una indemnización millonaria por su “despido”, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Los afectados por un ERE se van a la calle con poco más que una mano delante y otra detrás.

Cuando se lucha contra la actual ley del aborto, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Se le quita el derecho solo a quien no pueda pagar una clínica en Londres o en otro lugar, no a todos.

Cuando el gobierno desmantela las agencias anticorrupción y persigue a los parados que defraudan el sistema, se ha perdido el sentido de la proporcionalidad. Los parados luchan por sobrevivir, los corruptos por enriquecerse. 

Dice nuestra Constitución en su artículo 14 que todos los españoles somos iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, sexo, raza, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Sin embargo, los hechos y actos del gobierno lo desmienten.

El trato preferencial a la iglesia, es solo un ejemplo, que junto con los recursos contra el matrimonio entre homosexuales o el uso de unos recortes, tanto de derechos como económicos que nos desigualan nos permite entrever el tipo de sociedad al que nos están llevando.

Una sociedad de castas, donde lo único, lo que de verdad prevalece son los derechos de los poderosos. Donde la prosperidad y la buena vida queda para los sinvergüenzas y corruptos y el esfuerzo y el sufrimiento para el obrero y el pobre.

No se ve la proporcionalidad en las medidas del gobierno y ante la ley, ante la justicia y ante el poder legislativo, un español rico no es equivalente a un español pobre…

Han perdido el sentido de la proporcionalidad…

¿Lo seguiremos permitiendo…?

Jose Ramiro, bloguero



* Nota aclaratoria:

Los comentarios, siempre bien recibidos, a mis dos últimos post me hacen pensar que no siempre consigo transmitir bien mis verdaderas intenciones.

En mi entrada del día 28/07/2012, “El inocente y el obediente” uso una cita bíblica como ejemplo del poder sobre el hombre, y nada más lejos de mi intención que haber ofendido a los lectores que profesan esa fe.
Desde mi ateismo confeso, siempre veré las religiones desde un punto de vista crítico, pero no por ello menos respetuoso.

Evidentemente, el retazo bíblico, como en otros artículos los entrecomillados,  está descontextualizado y usado a mi antojo como ejemplo critico del sometimiento humano, aunque en su contexto original, no sea ese el sentido de tal ejemplo divino.

Si alguien se ha sentido dolido u ofendido con mi texto, desde aquí, pido perdón públicamente.

Por otra parte, me queda la sensación de que en la entrada del día 29/07/2012 “La velocidad y las nubes, Apología del pasado… O del futuro”, dejo traslucir un apego a lo antiguo que no tiene nada que ver con mi personalidad.

Todo el articulo no es mas que una irónica puesta en escena de lo que pasaba en España hace muy pocos años (muchos de los lectores recuerdan escenas parecidas), y una critica, siempre constructiva sobre las relaciones actuales entre personas.

Tecnócrata por práctica, conocimiento y convencimiento, soy partidario de todo lo que signifique modernidad y avance, si bien es cierto, que creo que las nuevas tecnologías, las telecomunicaciones y las redes, no es que nos deshumanicen, sino que están dando forma a una nueva humanidad donde los conceptos de relación entre personas han cambiado, ni para mejor, ni para peor, solo que ahora es distinto.

La velocidad y el ritmo que impone la vida tal y como la conocemos me agrada, me seduce y me convence.

Forofo de la instantaneidad, soy de los que se quejan cuando se cae Tweeter, y lo uso,  a pesar de ser como la antigua cabina de teléfonos, un confesionario donde escribes de forma pública para todo el que te quiera leer.

Impaciente como el que más, cuando cuelgo algo en Facebook espero la llegada de los “me gusta”.

Utilizo constantemente el correo electrónico y mantengo un trasiego constante de textos, imágenes y videos en la nube.

Soy, casi un “solariano”…

Naturalmente que apuesto por esto y no por el pasado.

Si en esta entrada he generado alguna duda, la doy por aclarada.

Jose Ramiro

La velocidad y las nubes, Apología del pasado… O del futuro.


Antiguamente, cuando las comunicaciones eran otra cosa, si te echabas novia o novio en otro pueblo, la relación se convertía en un suplicio diario de viajes y estancias que no siempre eran posibles.

Comunicarse con la otra parte era toda una aventura, donde además del azar aparecían una serie de dificultades añadidas.

Era aquél un tiempo que para hablar por teléfono, había que ir a “la telefónica”, lugar donde existían unos aparatos negros, misteriosos, tremendamente pesados dentro de una especie de cabinas separadas unas de otras con un fina maderilla, que quitaba cualquier intimidad a la conversación. Conversación, que además tenias que tener a gritos, por que la calidad del sonido de aquellos rústicos y fúnebres aparatos era peor que pésima.

Te acercabas a un mostrador, donde había una señorita (no se porque siempre eran señoritas, ni señoras ni caballeros…) y pedías “una conferencia”. Te preguntaban entonces amablemente con que pueblo o ciudad pretendías hablar (casi siempre la aventura acababa en la pretensión…) y tras proporcionar la información, te solicitaban, las más de las veces el nombre del receptor. Los números de teléfono aun no se llevaban…

La telefonista, a veces con una sonrisa en la boca y otras con bastante desagrado te anunciaba el tiempo de espera estimado, que bien podían ser unos minutos, bien unas horas, y a veces hasta unos días…

Transcurrido el plazo de espera, la señorita cantaba de viva voz ¡D.  no se quien,  su conferencia con tal sitio, en la cabina nº 2!

Te dirigías hacia un antro con aspecto de confesionario y un numero 2 enmarcado en un ovalo negro sobre blanco en la parte superior, donde tras coger un auricular que colgaba de un cable siempre negro, entelado, tenias que hablar de cara a la pared, mirando y apuntando tu voz cuidadosamente hacia una especie de protuberancia cónica que emergía del siniestro cuerpo del mágico aparato colgado en un tablero vertical y con una pequeña repisa en la parte inferior, pintada de esperas.

Decías entonces con total entusiasmo (siempre a voces, para que la telefonista no perdiera detalle) ¡Hola mi amor! Y del otro lado, te contestaba una voz cantarina…: ¡Un momento caballero! ¿Con quien quería usted hablar?

Resguardado en la ilusión del momento, volvías a repetir la identificación de tu amad@ y entonces te decían: Pues ahora le pongo, que tengo las líneas ocupadas…

Después, oías en el auricular un ruido extraño, como de mover cables y sacar y meter múltiples clavijas, que poco a poco te acercaban al objetivo…

Pasados unos minutos (o más), ya por fin sonaba el anhelado ¿Caballero, Esta usted ahí?, ¿Sigue usted ahí?... A bien, le paso su llamada…No se retire…

“¿Si?, ¿Quién es?” Magnífica pregunta, magnífica, por fin…

Entonces, podías repetirle al agujero negro de la pared, claro ahora ya con menos entusiasmo…: hola… ¿mi … Amor?

Cuando la respuesta era un ¡Hola mi niñ@, ¿Cómo estas?¡ comprendías que el final de tu aventura estaba cerca. Por fin habías conectado con ella o con el…

Se iniciaba entonces una conversación que las más de las veces te ruborizaba, siendo consciente de que tu telefonista estaba pendiente de la conversación, y con toda probabilidad la del otro extremo, permanecía atenta al trafico de ondas que ella controlaba.

A tu lado, un contador también negro, avanzaba a golpes de ¡Clack! Cada cierto intervalo y tú no le quitabas ojo mientras transcurría la amorosa conversación, haciendo cuentas mentales del pico que te iba a costar la conferencia…

Al final, con el convencimiento de que tu conversación dentro de un rato sería de dominio publico, pagabas el importe de tu tiempo de amor, y te marchabas con el corazón dando saltos de alegría.

Este momento, no se repetiría hasta muchos días después…

Esto, parece un pasado muy lejano, pero me estoy refiriendo a la España de hace muy pocos años, siempre desde la relatividad de los muchos que ya acarreo.

Otro método de comunicación que se llevaba entonces era la carta postal, que es como un e-mail, pero mucho mas lento, y donde el papel lo ponía el remitente, no el receptor. Tras escribir una carta, el tiempo que tardaría en llegar a su destino era un misterio, ¿Días?, ¿Semanas?... ¿Meses…? Y a la vuelta, otro tanto de lo mismo. Podías preguntar en una de ellas…: oye, cuéntame, tu sobrina hizo ya la comunión? Y te podían responder después de un tiempo indefinido…: Si, ya la hizo, mi sobrina en unos días se casa…

Eran otros tiempos…

Hoy, las redes, la nube, aportan una instantaneidad maravillosa, y rompen con toda la antigua problemática.

Ahora, envías un tweet, y si no recibes la respuesta en los próximos segundos, empiezas a preguntarte si no se habrá caído el servidor.

Cuelgas una cosa en Factbook y esperas a ver llegar los “me gusta”.

Envías un mail, y, cosas de la tecnología, ¡ya lo han recibido!

Fotos, videos, música, información…

Noticias, cultura, libros y pintura, todo al alcance de un click…

Definitivamente, es otro tiempo.

Hoy, conoces a tu amor en las nubes, y piensas que es un ángel celestial, cuando las más de las veces, te estas enrollando con un demonio… o al revés…

Hoy, tenemos más amigos virtuales que de carne y hueso. Conocemos a la gente por sus expresiones, no por su físico ni por la convivencia. Conocemos su avatar y su nickname, pero no conocemos su cara o sus sonrisas. Conocemos mejor sus sentimientos que el color de sus ojos.

Lo bueno parece bueno, y lo malo pinta malo, pero solo en la virtualidad de la nube, nunca sabemos que o quien tenemos del otro lado.

Todo lo virtual es relativo… Todo lo humano, necesario…

Describe Isaac Asimov en su obra un mundo extraño llamado Solaria, un mundo donde sus habitantes solo se comunican entre ellos mediante sofisticados y revolucionarios medios electrónicos, donde los solarianos padecen de una sociopatía crónica que les hace rechazar el contacto directo entre personas… Es un mundo creado por humanos, pero deshumanizado…

¿Extraño futuro?... No se…

A veces, pienso que, la exasperante lentitud de las antiguas comunicaciones, ayudaban a que el mundo fuera a una velocidad mas racional, donde todo se meditaba más, se razonaba, y te daba tiempo incluso a arrepentirte de tus palabras antes de dejarlas plasmadas en un papel de mala calidad o de expresarlas telefónicamente.

Hoy, la impronta del ser virtual es inmediata, instantánea, y por tanto más propensa al error.

El día que alcancemos el utópico viaje interestelar, donde las enormes distancias obliguen de nuevo a esas demoras del clásico correo o de las antiguas centralitas telefónicas, es probable que recuperemos ese raciocinio y de nuevo los ritmos se adapten a la vida, y no como ahora donde la vida está sujeta a los ritmos que marca la nube…

Un poco de serenidad, nos vendría bien…


Jose Ramiro, bloguero.