miércoles, 18 de julio de 2012

De Derechos y Privilegios


Este post no es una tesis. Es una “foto” del momento actual

Es cuando menos curioso el desparpajo con que la clase política habla de esfuerzo colectivo, de ayudar al país, o de apretarse el cinturón. Lo hacen, como si los esfuerzos que nos piden fueran igual para todos, como si nos afectara de igual manera, como si todos pudiéramos soportarlos

No es así. Parece que no son conscientes de que esas medidas que anuncian afectan mucho a unos millones de personas, mientras no afectan nada a unos pocos privilegiados.

Afectan mucho a personas, por otra parte, cumplidoras con su país, trabajadoras cuando pueden, pagadoras de sus impuestos, altruistas ante las desgracias, siempre colaboradoras y dialogantes.

La clase política tiene mal enfocado el asunto.

Están donde están por y con nuestros votos
Están donde están para legislar para la mayoría.
Están para ayudar al pueblo

Cuando se pide un esfuerzo, este debe ser proporcionado y proporcional a tus capacidades.

Cuando se dicta una ley, esta debe ser proporcionada y justa con la inmensa mayoría, y no dictarla a sabiendas de que va a proteger a una pequeña minoría, rica y privilegiada.

Hasta hace poco, muy poco tiempo, España, era un país donde las conquistas sociales eran destacadas y los derechos adquiridos magníficos. Vivíamos en un estado del bienestar que convertía este país en envidia de otros muchos y ejemplo para otros.

Un país, donde la discriminación y el racismo, salvo en extraños personajes que parecen vivir en otro mundo y otra época, no existía.

Un país donde se luchaba por la igualdad de género y poco a poco se iban subiendo escalones

Un país, donde la dependencia, siendo un problema, lo era menos.

Un país donde, en absoluta paz y concordia vivíamos ateos, cristianos, judíos, musulmanes y toda una retahíla de pequeñas creencias en una casi perfecta armonía.

Un país, donde los inmigrantes eran acogidos y tratados de acorde a su dignidad humana, solidario, acogedor, cariñoso con quien nos visitaba.

Un país donde los derechos eran una cuasi religión.

España ya no es ese país idílico y envidiado.

Han vuelto a ponerse sobre la mesa las enormes diferencias (en lo social sobre todo) entre derechas e izquierdas.

Ha vuelto a aparecer el fantasma del hambre.

La pobreza y el desempleo se ceban con el pueblo.

Ya no hay inmigración, ahora emigramos (en cantidad alarmante)

Hemos desmontado nuestro sistema educativo, sanitario y social.

Y lo más importante, hemos retirado los derechos conseguidos durante tantos años a quienes eran merecedores de ellos.

Bajan los sueldos, suben los impuestos, penalizan el trabajo y el consumo, nos convencen de que hemos hecho un uso abusivo de nuestros recursos y ahora toca pagar nuestros excesos, nos arrancan la esperanza de nuestros corazones, nos castigan.

Desaparece la ley de dependencia, luchan contra el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, cierran hospitales a la vez que conceden licencias a empresas privadas, nos maltratan.

Rompen la igualdad en el acceso a las universidades y nos someten a un injusto copago, nos hacen sentir culpables de lo que no lo somos y nos amenazan constantemente con ir a más, nos ignoran.

Libre despido en la práctica y eliminación de los convenios colectivos de hecho, desprestigio de los sindicatos de clase, desaparición de las ayudas a la formación y humillación de los que no tienen trabajo, nos ningunean.

Gritamos, pero no nos oyen.

España ahora es un país que ya no da envidia, da lástima, y en muchos casos provoca la risa de quien nos mira aceptar con “nobleza” y mesura todo aquello que nos imponen

Sin embargo, hay una parte de nuestra sociedad que no esta afectada por todo esto.

No afectan nada (o casi nada) a los ricos, a los pudientes, a los ladrones de guante blanco, a los banqueros y grandes empresarios, a las multinacionales y sus potentes accionistas, a los corruptos y ladronzuelos, a los incívicos y defraudadores, y lo que es más doloroso aun, si cabe,  a la clase política.

Mientras el pueblo se somete a esfuerzos inconmensurables, los políticos viajan en primera clase, cobran descomunales dietas por desplazamientos que no realizan, mantienen salarios que multiplican por mucho el salario medio de un español, guardaespaldas (siervos) y coches oficiales, hacen uso de su influencia política para “colocar” a sus allegados y parientes cercanos, usan esa influencia como mercancía con las grandes empresas y multinacionales vendiendo sus servicios, que no son más que un descarado uso esa influencia política.

Corrupción.

Mientras todos ayudamos a salir de la crisis, los bancos siguen dando beneficios, a pesar de necesitar el rescate europeo, siguen cerrando el crédito a quien lo necesita, siguen sin apoyar a los honrados empresarios y autónomos, siguen desahuciando a los que ellos mismos han abocado al paro y la desesperación.

Avaricia.

Los ricos, la clase alta, siguen defraudando la hacienda pública mientras se les premia con un indulto fiscal, los ladrones y corruptos campan a sus anchas en una casi inmunidad judicial, con imputados asentados en el poder y una familia real complicada en un robo a las arcas públicas.

Injusticia

Para ellos, no hay recortes. Y si los hay, lo que provocan es una situación aun más odiosa e injusta.

Si a un empleado publico le “quitan” su paga de navidad, que equivale al 7% de su salario, en la misma proporción, deberían perder los privilegiados, y dicen que lo hacen. El propio Rey se ha auto recortado un 7 % de su salario.

Si, pero no es lo mismo en un salario de 14.000.-€ que en uno que se aproxima a los 300.000.-€.

La proporcionalidad no es la adecuada.

Esos privilegiados deberían renunciar a sus privilegios, que no derechos, para que el estado pudiese mantener los derechos del pueblo, que no sus privilegios.

No hay que oír como se echan la culpa unos a otros. Todos la tienen, estos, los de antes y los de mas atrás.

Tenemos que tomar conciencia de que la lucha, la verdadera lucha, ahora es de clases. Ricos contra pobres. Privilegiados contra desheredados…

Jose Ramiro, bloguero

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