viernes, 3 de agosto de 2012

Naturaleza

Es curioso, como en la naturaleza, las cosas ocurren con un ritmo en apariencia lento, muy lento. Los árboles van creciendo, desarrollándose, a su ritmo, de forma imparable. Sus raíces van penetrando poco a poco la tierra en busca de humedades, nutrientes y agarre; mientras en la copa, la pugna de las hojas por ver el sol los hace crecer y crecer, alto, cada vez más alto. Y solo nos damos cuenta cuando vemos el mismo árbol tras mucho tiempo sin verlo.

El propio transito del sol, la luna y el resto de los astros por el cielo, a pesar de desarrollarse a velocidades inimaginables, ocurre de forma que para nosotros, para nuestra percepción, es casi como si no se movieran. Sus grandes dimensiones, su lejanía, y la enorme distancia a la que se encuentran hacen que lo percibamos así, hasta el punto, que hay estrellas, tan lejanas, que hemos convenido en llamar “Estrellas fijas”, ya que aparentemente y a pesar de sus enormes velocidades de desplazamiento, permanecen estáticas en nuestro cielo.

La propia evolución, responsable de lo que somos, se tomo gran cantidad de tiempo, ese vector unidireccional, para traernos hasta aquí.

La naturaleza, acostumbrada al método de prueba y ensayo, tras probar infinitas versiones del ser humano, termino aceptando el animal “inteligente” que hoy somos como una “obra maestra”. A partir de ahí, el lento proceso evolutivo, bajo el ritmo y hoy solo se dedica a retocar pequeños matices.

Dice un antiguo refrán, que “hasta el más sabio se equivoca”…

La naturaleza, por lo común muy sabia, también de vez en cuando comete errores.

Uno de ellos, quizás el más grave, fue, ya en tiempos remotos, despertar la inteligencia humana.

Creó un ser con capacidad para intervenir en su propia evolución y en el del resto de las especies. Un ser, dotado de un arma, su privilegiado cerebro, que le otorgaba habilidades que ningún otro ser en el planeta poseía; un ser, con una capacidad extraordinaria para hacer el mal, para destruir su cobijo natural, para destruirse a si mismo…

La historia, toda ella esta llena de ejemplos de esa maldad infinita del ser humano.

En la naturaleza, la competencia por el bien supremo, que es la reproducción, la perpetuación de la especie, siempre favorece al más fuerte, con una sola excepción, la del homo sapiens, donde, además de la fuerza física, de la que todos no estamos dotados, interviene la capacidad mental, la estrategia, el engaño y la mentira.

La capacidad para la maldad (la bondad viene de serie en todos los fabricados de la naturaleza) es algo que ha ido creciendo y afianzándose en nuestra especie con el devenir del tiempo.

Hoy, mires donde mires, te encuentras con sucesos, con actos del hombre, que demuestran que, esa maldad, ya es genética; se transmite de padres a hijos, de generación en generación…

Hace menos de un siglo que la tierra pasó por dos grandes guerras.

En la ultima de ellas, el despropósito alcanzo el limite de lo comprensible, masacrando a un pueblo, solo por el desprecio y el odio personal de un gobernante hacia el.

Fue tan grande, tan cruel, aquel holocausto que aun hoy, tantos años después. Seguimos conmemorando su triste existencia.

La idea es que no olvidemos, porque todo lo que se olvida, se repite…

Sin embargo, después de aquello, miles de conflictos, miles de actos donde la maldad y la crueldad humana se han dejado ver, han pasado por nuestra historia prácticamente desapercibidos. Aun hoy los estamos viviendo. Siria, Afganistán, El Sahara, los Curdos, el Cuerno de África, Palestina…

Grandes matanzas, esclavitud y proxenetismo, secuestros y atentados, guerras sin fin, discriminación y racismo; enfrentamientos entre iguales que no se sienten iguales. El poder por el poder y el dinero…

Consentimos el hambre y la sed, las enfermedades y la violación permanente de los derechos humanos como si no fuera nuestro problema. Estamos tan habituados al drama del hombre en la tierra que pasamos por su lado sin dedicarle ni una mirada…

Malaria, Dengue, Ébola, Sida, hambre, miseria, padecimiento e injusticia… nos suenan a problemas de un mundo distinto del nuestro. La frialdad con que pasamos por encima de los titulares que denuncian esas tragedias, denuncia a su vez la maldad oculta en nuestros corazones.

En España, tenemos un gobierno donde la maldad se ha cebado. La maldad consciente…

Dictan medidas injustas a sabiendas del daño que causan. Quitan salarios y prestaciones por desempleo, recortan en sanidad y educación, tocan las pensiones de los jubilados y eliminan las ayudas a los discapacitados, nos sumen en una crisis de desempleo nunca antes vista, e hipócritamente nos cuentan que es por nuestro bien.

Es el mal por el mal, cuando se ejercitan esa clase de políticas que daña a los más débiles.

Es el mal por el mal cuando se niega la evidencia de la injusticia de hacernos pagar una deuda que no es nuestra, que es de los bancos y de las grandes empresas, que es de los corruptos y los defraudadores.

Es el mal por el mal cuando a estos se les perdona y se castiga  a los inocentes.

Es maldad, pura maldad, recortar libertades y derechos que han costado años de lucha.

Es maldad, pura maldad, poner candados en los cubos de la basura e impedir que gente que (en nuestro país), come de los desechos de los grandes supermercados no  puedan seguir haciéndolo.

Es pura maldad, quitar prestaciones y derechos a quien ha dedicado una vida entera a su país.

Es maldad despreciar al inmigrante ahora que ya no nos sirve y pretender que se vuelvan a sus países después de haber dejado años de su trabajo en España.

Es de una maldad perversa, que le demos dinero a los bancos y no fluya el crédito y es maldad desahuciar a quien no puede pagar una hipoteca, y embargar sus sueldos (si lo tienen) y el de sus avalistas por una deuda absolutamente ficticia, inventada por los propios bancos

Es regodearse en la maldad nadar en la abundancia  y pasearse entre gente que lo está pasando tan mal.

Es maldad controlar jueces y justicia, televisiones y prensa; y es maldad el intento de controlar al pueblo en sus manifestaciones.

Es maldad permitir inmensas inversiones y obras inútiles y ahora querer que las paguemos entre todos.

Es de una gran maldad permitir que los verdaderos causantes de todo esto no estén en la cárcel…

Siempre habrá quien defienda la corrección de todo esto, pero es pura maldad.

Si la naturaleza hubiese sido de verdad sabia, nunca habría permitido la existencia de un ser de nuestras características.

Somos una aberración. Somos pura maldad (generalizando)…

Emulando a un buen amigo virtual (@falicar) que ayer gritaba y lo gritaba desesperadamente, es el momento de ponerle freno a todo esto. Gritemos con él… 

¡¡¡BASTA YA!!!

Ojalá nos oigan…

Jose Ramiro, bloguero

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