miércoles, 3 de diciembre de 2014

Cuando un si es un no... o todo lo contrario…



En conversaciones con un cierto sesgo sexista es habitual, en comentarios de barra, decir que las mujeres niegan lo que quieren y afirman lo que no desean, viniendo a significar las supuestas contradicciones de la mente femenina.

Conozco gente, indecisa  en su vida, hombres  y  mujeres, que ejercen este comportamiento de forma casi sistemática.

Te convidan a un restaurante de lujo, de esos que aun llenos de astros solares y más tenedores de los que realmente se necesitan para un buen yantar, y te ofrecen el plato estrella de la casa (normalmente unos pocos gramos de algo exquisito reducido a la mínima  expresión, que explota en boca con un paraíso de sabores y que revienta la cartera del convidante figurando en la factura a precio de tonelada) y uno dice que no, por más que te apetezca la obra de arte del chef, y que prefiere otra cosa a fin de salvar la economía del anfitrión.

No es cosa de mujeres, es cosa de educación y de sentido común.

En el PP, ente extraño, pero con un cierto sesgo machista, tienen un comportamiento similar, aunque no movidos precisamente por la educación y ni tan siquiera por salvaguardar el dinero publico encomendado para su administración a los componentes de sus gobiernos.

Cuando Mariano dice algo (véase el programa electoral con el que movieron mayorías en las ultimas), es para no cumplirlo y cuando lo niega, es para con movimientos enrevesados terminar haciéndolo. Mentiras y medias verdades…

“Vamos a bajar los impuestos"… Y los suben.

"Somos el partido de los Trabajadores"... Por los cojones

"Europa no nos va a rescatar"...Joder, es verdad, los hemos rescatado nosotros.

"Vamos a crear empleo”...  Precario, temporal, a tiempo parcial y con miserables salarios.

Se acercan elecciones y aunque sea a nivel discursivo, las promesas de futuro se aproximan cada vez más a lo que los ciudadanos quieren oír. Se preparan los programas electorales llenándolos de falsas promesas, que en ningún caso piensan realmente cumplir.

PP Y PSOE se afanan en convencernos de sus diferencias, mientras en los despachos ya hablan de una Gran Coalición de Gobierno que les ayude a perpetuarse en el poder.

La deriva hacia la derecha de los dos grandes partidos cada vez los hace más parecidos, a la vez que la izquierda de verdad se hace fuerte en utopías difíciles de llevar a cabo.

Pero los programas de izquierda siempre han de ser, al menos en lo social, ambiciosos, aun cayendo en fantasías irrealizables.

Defender lo que ya tenemos es conservador y pretender gobernar para la sociedad, para los ciudadanos, se ve como antisistema.

Si defender la vuelta a unos derechos laborales ya perdidos, si defender un salario social para los que nada tienen, si defender una mayor carga impositiva para los que más tienen, si pretender que los bancos no roben mediante tretas a los que no pueden pagar sus hipotecas y dejen de desahuciar a quien no se lo merece, si defender la auditoria de la deuda, y pretender reestructurarla  a fin de poder pagarla si...  entonces, Yo soy antisistema.

Hay que luchar para que la sanidad sea eficaz y universal, para que la justicia sea de verdad independiente, para que los bancos ganen lo justo y dejen la usura de lado, para que fluya el crédito, para que la educación este garantizada, para que el derecho a la vivienda, consagrado en la constitución, sea efectivo, para que los ricos paguen un poco más, en justa proporcionalidad con los obreros, para que las empresas repartan socialmente algo de sus beneficios, para que las energéticas vendan sus productos a precios razonables, para que los que manejan el cotarro dejen de robar, para que la justicia retome la memoria histórica, para que los delitos de lesa humanidad se puedan juzgar aquí y en Pekín,  para que desaparezcan los aforamientos, para reindustrializar el mercado, para que los derechos perdidos se recuperen, para que vuelvan los salarios dignos y las jornadas razonables, para que los sindicatos sean lo que tienen que ser, para que los poderes del estado realmente se separen, para que la verdadera democracia impere en este país.

Y desde luego, ver en la próxima legislatura gobernando a esa camorra de amigos de lo ajeno en la que se han convertido los partidos clásicos solo seducirá a sus compinches o a los que amparados en la ignorancia política sean con su voto cómplices del desastre.

Podemos evitarlo

Podemos intentarlo…

Votando responsablemente y exigiendo el cumplimiento contractual al que se deberían ver obligados por los programas electorales.

¿Si… o no....?.

Jose Ramiro, bloguero

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