domingo, 17 de junio de 2012

¿Otra forma de gobernar es posible? ¿Cuál?


La democracia, ese bonito y práctico sistema del que nos dotamos en España constitucionalmente, tiene, como no puede ser de otra forma, sus cosas buenas y sus cosas malas. Nada hay que conozcamos que solo sea bueno o malo.

De bueno, nos aporta la posibilidad de ser gestionados, palabra que me gusta más que “gobernados” por la gente que elija el pueblo con sus votos.

De malo, que esa gente elegida, pierde el contacto con sus electores, prácticamente desde el día siguiente a la elección y actúan por libre.

Esto ocurre por ley natural, no es lo mismo opinar desde fuera, que cuando se tiene toda la información, cosa que no le ocurre al ciudadano medio, y si al político cuando toma contacto con su cargo.

Esto nos lleva a la desconexión, ya que el votante, normalmente, ve como sus expectativas con respecto a los gestores no se cumplen.

España, está pasando por un momento tremendamente difícil, y sin querer buscar culpables, que a poco que se indague en el pasado, darían la cara, es cierto que debe ser tremendamente complejo encontrar una salida.

Las distintas políticas que se pueden aplicar, darán resultado a medio y largo plazo, y en cualquier caso, habrá que tomar decisiones que no siempre serán populares.

Estas decisiones, convenientemente explicadas, encontrarían el apoyo popular necesario, ya que el elector, es de suponer, entendería la gravedad del momento y apoyaría medidas en dirección a la salvación del país.

Para resolver un problema, hay que mirarse todas las incógnitas, y si está bien planteado, la solución será evidente.

¿Qué nos pasa?

Pasa, que los políticos, durante las campañas electorales nos cuentan lo que queremos oír, no lo que van a hacer, y da igual quien llegue a gobernar. Pasa, que esto se traduce en una sensación de engaño que lleva al desencanto generalizado. Pasa que los gestores no gestionan y los opositores no se oponen.

Estamos hartos de oír al gobierno decir que lo que están haciendo es lo mejor para el país. ¿Lo es? No lo sabemos.

Estamos hartos de oír a los grupos y políticos de la oposición decir que se puede hacer de otra forma. ¿De cual? Tampoco lo sabemos.

El gran problema de paro que existe en España, es insoportable social y económicamente. Ruina, solo trae ruina.

No se ven medidas, que puedan favorecer el empleo, a menos a corto plazo, pero las grandes preguntas son: ¿Tiene capacidad el país para tragarse cinco millones de parados? ¿Se pueden generar cinco millones de empleo en esta situación?

La terrible respuesta es: NO

No, porque en España no existen estructuras empresariales con capacidad de contratación (muy pocas), y eso ocurre, por dos razones: Una, que es el nuestro un país volcado en el ladrillo desde hace muchos años, y esa actividad esta, hoy por hoy, muerta. Dos, que el otro gran motor económico es el turismo, y en una situación de crisis mundial, tampoco es un sector con gran futuro a corto.

El tejido industrial en España no existe en la práctica, y la globalización afecta negativamente, ya que mientras existan “mercados” más baratos, las grandes empresas, generadoras de puestos de trabajo, optarán por ellos.

No hay que escandalizarse cuando una empresa desmonta su chiringuito en España y se lo lleva a países más baratos. Es la ley del mercado. Gasto el mínimo, ganancias las máximas.

La solución al problema es compleja, sin duda, pero entiendo, y esto es un punto de vista personal, que se podrían tomar algunas medidas que favorecerían la recuperación. Medidas, en cualquier caso arriesgadas, pero que bien puestas tiempo y forma, nos sacarían de este enorme bache. Medidas, que en muchos casos nos cuentan los políticos en sus programas, pero que después, cuando se convierten en gestores, bien por incapacidad, bien por miedo al error, bien por presiones, nunca se llevan a cabo.

Es tiempo de exigir actitudes valientes. No dar un solo paso atrás y siempre al frente. No dejarse presionar, y actuar en buena ley a favor de los gestionados, que en definitiva son los que los han puesto en su lugar.

El lastre económico que significa la inexistencia de consumo es enorme. Si no compramos, no hay que fabricar, ni importar, ni cambiar los escaparates. No habrá empleo. Es tontería pretender que la economía arranque cuando se le ha puesto un freno a la capacidad de gasto de las personas, que son las que mueven el dinero.

No hay trabajo. No hay crédito. No hay dinero. Así no es posible.

Una rebaja de los costos sociales a las empresas, no ayuda. El estado recauda menos, el trabajador no gana más y por tanto no consume, y la empresa es la única beneficiada en este asunto.

Si cambiáramos esa partida de mano, es decir, si esa rebaja del costo social estuviese dirigida a incrementar la nomina del trabajador, la empresa no sufriría más de lo que ya sufre, sino al contrario, ya que se potenciaría el consumo y por tanto las necesidades de producción. Aumentaría la oferta de puestos de trabaja, y a largo, el estado recaudaría más. Me atrevería a decir, que esta simple medida, hasta reactivaría el crédito, ya que la mayor garantía laboral de las personas cambiaria la actitud y los miedos de la banca en este momento.

Esto solo, no nos salva.

En paralelo, habría que aplicar una política arancelaria justa. Si una empresa fabrica en un mercado más barato que el nuestro, sus productos deben estar gravados en su entrada al país, al punto que no sea rentable llevarse la fabricación fuera.

Un buen control fiscal del dinero negro y la economía sumergida, afloraría cantidades inmensas de dinero que hoy está desaparecido y el solo hecho de “enseñarlo” tranquilizaría los mercados.

La persecución del fraude fiscal y de la corrupción tendría efectos parecidos.

La potenciación de las líneas de I+D+I, inexistente en la practica, nos convertiría, con el paso del tiempo en potencia investigadora y de desarrollo. Un gran capital investigador hoy está emigrado y renta en otros países.

La jubilación tardía (más de 65 años) complica el acceso de los más jóvenes al mercado laboral, despreciando esa nueva sangre que aportaría vitalidad e ilusión a las empresas.

Esto, todo esto, suena muy bien, pero hay que analizar como interaccionan estas medidas con las necesidades reales del país.

Hay que seguir pagando pensiones y no queremos perder el estado del bienestar. Tenemos que pagar la enorme deuda del estado, y todos somos responsables de ella, no solo los gestores. Tenemos que pagar la enorme deuda privada, y el garante final, también es el estado. Lo que debemos es por que nos lo hemos gastado, y ya se que en muchas ocasiones lo hemos gastado de forma ineficiente o innecesaria, pero la realidad es que lo debemos y hay que pagar. Hoy, buscar responsables de la situación no tiene mucho sentido. Lo que hay que buscar es la solución. Después, tiempo tendremos para depurar responsabilidades.

Lo hecho, hecho está. Ahora toca afrontarlo.

Exijamos unos intereses y plazos razonables. Renegociemos la deuda con quitas y aplazamientos. Hagámonos responsables de ella en términos razonables y llevaderos. El país es lo suficientemente grande e importante como para que nos oigan y se sienten a negociar.

Reformemos de verdad el mercado laboral potenciando la creación de industrias y empresas rentables. Favorezcamos su implantación y obliguemos a salarios y jornadas justas. Sin costo añadido, es posible.

Exijamos a nuestros políticos que no le pongan apellidos a sus políticas de izquierdas o de derechas, sino que desarrollen políticas socialmente justas, que den amparo a los más desfavorecidos y no perjudiquen a la sociedad.

Pidamos a los partidos políticos que piensen en que si existen, es por que hay gente detrás que cree en ellos y espera actitudes constructivas y de apoyo al país.

Pidamos a las organizaciones sindicales que apoyen con todas sus fuerzas medidas en dirección al crecimiento, aunque a veces parezcan dolorosas.

Pidamos a nuestros representantes que trabajen en esa buena dirección y que no nos cuenten lo que queremos oír, sino lo que realmente hay que hacer.

Pidamos a los gestores que sean fríos y metódicos, que actúen sin miedo a las presiones externas, y que solucionen el problema de los españoles. Son nuestros elegidos y tienen la obligación moral de intentarlo.

Pidamos al poder judicial verdadera independencia, sin amiguismos ni politizaciones. Justicia de verdad.

No soy yo un especialista en macroeconomía y probablemente mis razonamientos contengan errores, incluso de bulto, puede que sean hasta simplistas, pero desde una visión “callejera” la salida de esta situación se puede conseguir con un poco de valentía y adoptando medidas justas.

Ahora, respondiendo a la pregunta de cabecera, la respuesta: SI, es posible.

José Ramiro, bloguero

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